Escrito en 1919 y publicado en la
revista en The Vagrant, “Dagón” es uno de los primeros cuentos de
Lovecraft en la denominada “etapa adulta”. Narra los recuerdos de un viejo
marinero que cuenta la terrible vivencia que le ha abocado a la morfina en
un vano intento de olvidarla y a la decisión irrevocable de suicidarse., el
cual es hecho prisionero pero escapa en un bote con agua y comida. Durante
días va a la deriva, al despertar una mañana, se encuentra tirado en una
cenagosa extensión de fango negro, cerca del bote embarrancado. En mitad de un
pudridero de cadáveres de peces descompuestos y bichos indescriptibles al que
no se le ve fin en el horizonte. Llega a un montículo, que resulta ser una
elevada montaña, asciende hasta su cima, donde encontrara un objeto grande y
singular llama su atención. La luz de la luna en su cenit le hace ver que se
una gigantesca roca, es más, de un monolito perfectamente tallado.
Donde se representan a seres de
un mundo submarino, aparentemente humanos, pese asus manos y pies palmeados,
labios espantosamente gruesos y fofos, vidriosos ojos saltones, así como otros
rasgos aún menos agradables de recordar.Sus proporciones parecen desmedidas,
pues apenas son menores que una ballena cincelada. De las aguas de un regato
que pasa al lado del monolito, surge un inmenso y espantoso monstruo de
pesadilla, cuyos brazos escamosos rodean la gran roca al tiempo que prorrumpe
en sonidos pausados. Con frenética rapidez, huye hasta llegar al bote
embarrancado, donde se refugia en estado de shock. Una tormenta se desata,
dejándose oír truenos ensordecedores, donde después es rescatado por un barco
norteamericano
Tiempo después se interesa por la
vieja leyenda filistea de Dagón, el dios-pez, pero la encuentra demasiado
convencional. Las visiones pesadillescas del monstruo le atormentan
insufriblemente durante las noches con lo que decidió suicidarse arrojándose por
la ventana de la buhardilla que habita, esa fue la única solución que encontró
a su tormento. Cuando de pronto...
Escucho un ruido en la puerta,
como si un cuerpo inmenso y resbaladizo se debatiera contra ella. No dará
conmigo. Dios, ¡esa mano! ¡La ventana! ¡La ventana!
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